La ortografía influye en el SEO pero también en las personas. De hecho, el algoritmo y los lectores abominan de un texto mal redactado o un contenido que pone los pelos como escarpias.
Así, no sabemos si el difunto y docto don Lázaro Carreter, antiguo miembro de la RAE ya fallecido, se habrá reencarnado en algoritmo de Google dispuesto a repartir estopa -o al menos con un destierro a la Siberia del posicionamiento- a las webs, blogs y derivados capaces de cometer los mayores desacatos al idioma, gamberradas y kale borroka lingüística; es decir, faltas ortográficas a tutiplén y ausencia de estilo. Por no mencionar, los contenidos insulsos, redundantes, poco informativos, inútiles y aburridos hasta la raquídea.

Resulta obvio que acometer la redacción de los contenidos de una web con alguna que otra falta de ortografía es como soltar un becerro dispuesto a cornear a la clientela.
Así, ¿cuántas veces no te has ido con el ratón a otra parte después de consultar una web con fallos obvios de gramática y ortografía? En un buen puñado de ocasiones, ¿verdad?
No sé si me estoy sobrepasando con los símiles, pero es lo que esta humilde redactora de contenidos ha experimentado y seguirá, muy a su pesar, experimentando por los siglos de los siglos de la web 2.0 Pues como todos sabemos escribir, nos hacemos un do it yourself apañadito y la mar de barato.
Tampoco es que pretendamos que hagas un Don Quijote con tu web, pero sí que te pongas un traje de chaqueta o el mejor de tus atuendos para recibir a la clientela, y no uno ajado con su mosaico de manchas -léase faltas de ortografía-.
Matt Cutts, que es quien parte y reparte en Google al menos en esta cuestión, sentó cátedra hace un tiempo: “Los sitios más fiables tienden a estar mejor escritos y, del mismo modo, los sitios con una clasificación más baja tienden a estar peor escritos, lo que resulta muy interesante, si lo piensas”.