¿Qué hay que pedirle al community manager? ¿Que sepa coser, que sepa cantar y la tabla de multiplicar? Quizás no haga falta tal despliegue de habilidades, pero sí que cabría hablar de otros encantos pues enamorar en las redes sociales es una tarea titánica. Por lo tanto, nuestra «chica» o «chico» deberá reunir empatía, creatividad, dominio de la redacción de contenidos y ser dueño de una ortografía impecable. Por cierto, esta última es una destreza en peligro de extinción a tenor de las barrabasadas ortográficas y gramaticales en las que incurren algunos redactores de programas televisivos.

Pero volviendo al tema, muchos hablarán de la necesidad de que sepa medir; es decir, que maneje como pocos la escuadra y el cartabón y descifre las métricas más complejas. También se despacharán a gusto algunos entendidos sobre la urgencia de que éste ande servido de sentido común. En definitiva, dos dedos de frente para saber responder con sensatez, moderación y  que, por supuesto, no tenga tendencia a los atolladeros y a sublevar a las masas con palabras fuera de lugar.

Más de una Guerra Mundial se hubiera declarado si hubiéramos dejado el destino de los países en manos de algunos insensatos de las redes sociales de los que ya anda el patio bien surtido de ejemplos. En esta línea, imposible olvidar el sonoro resbalón tuitero del community manager de la marca de bebida Ballantine’s o el CM de Walmart que tras un terremoto se le ocurrió sacar a pasear la creatividad con un tuit inoportuno. ¿Acaso no enseñan sentido común en las escuelas? Me temo que ningún plan de estudio incluye esta maravillosa asignatura. Lo cierto es que la viña social media está repleta de ejemplos de meteduras de pata épicas.

¿Y qué más le podemos pedir a Mary Poppins para nuestro community manager? Pues que tenga paciencia, y que, sin duda, conozca el sector en el que se mueve la empresa, pues es obvio, «requeteobvio», que no se puede hablar de lo que se desconoce. Y si, para colmo, es un enamorado del sector, habremos ejecutado un triple con su contratación.

Sin embargo, yo, como redactora, incido en la necesidad de que este profesional sea un virtuoso de la escritura que, además, sea capaz de presentar unos simples huevos fritos como el plato más sofisticado del planeta. En definitiva, que sea creativo, excepcionalmente creativo para poder presentar lo de siempre de una manera diferente y única, pues hay que captar el disputado interés de la audiencia y resulta que sufrimos de «infoxicación».